domingo, 22 de diciembre de 2013

Si ellos pudieran recordar sus propias sonrisas




para Federico Gastón que también es todo

Espero la lluvia,
es lo único que falta
sobre las ruinas de paz,
viviendo dentro de la lentitud,
donde ellos lentamente hicieron el amor.
Y en esa casa que daba al mar,
con ojos aún distantes,
observo silencio.

Como la playa en invierno los dos,
mientras escribo el final de sus vidas.

Rostros apagados de viajes,
huyen y huyen bajo la lluvia,
donde el atardecer parece ser neutro,
pero todavía nadie ha venido a visitarme,
Incluso el mar débil se mueve,
Es hora, de alejarme de estos campos,
de componer mentalmente el alba
de un tiempo aún agonizante.

Nada quedará de nuestros corazones.
Olvide en la arena “Los detectives salvajes”.

- Tal vez no amé a nadie,
se reprochó en silencio el difunto.
- Que nublado, dijo la difunta
mirando taciturna la apertura del tajo.
- Si ellos pudieran recordar sus propias sonrisas,
pensó el autor como título para el poema.
Se arrepintió al instante:
tanta tristeza.

Las playas que se pierden
como faros durante el anochecer.

Todos estos años se perderán conmigo,
pues eso que vemos en el fondo es el sol,
de una fría mañana de primavera cerca del mar,
Ahora mismo sueño con la beatitud de un fin de semana,
Mas, quebrando mis esperanzas, el cielo se nubla nuevamente.
Parece que ahora sí va a llover.
Y es demasiado tarde para salir
indemne de la pesadilla.

En mi recuerdo solo vive la certidumbre
de la unión y las nubes se bifurcan.

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